Esta es la historia de un viaje interminable hacia Kalaw al noreste de Myanmar, esta también es la historia de nuestro primer alto en el camino no por gusto sino por que la pobrecita Maider cayó enferma después de 10 meses viajando sin descanso y maltratando nuestro cuerpo a horarios y transportes interminables.
La primera historia comenzó una tarde en Bago cuando cogimos el supuesto bus con asientos abatibles y aire acondicionado que pagamos con creces. El bus al final resultó ser con aire acondicionado pero casi ni funcionaba por lo que las ventanas fijas aún le daban más calor al cumulo de gentes que viajábamos dentro. Y por si fuera poco desde el asiento 25 aproximadamente (que era el nuestro) hacia el final del bus estaba cargado de cajas hasta el techo con lo que no se veía nada y aún daba sensación de más agobio.
Durante una de las paradas volvimos a comprobar la amabilidad de sus gentes cuando de repente recibí una nota escrita en inglés que ponía lo siguiente:
Hola amigo! Te apetece acercarte aquí a charlar un rato?... esa nota me la daba el camarero del lugar donde paró el bus y que sonreía sin decir palabra ya que no hablaba ni una sola frase de inglés. Pero al asomarme entre la gente ví a un chico un poco mayor que nosotros con buen aspecto señalando con la mano que nos acercáramos.
Nos acercamos y terminamos hablando un poco de nuestro país y del futbol como no... conocen antes España por los nombres de los futbolistas que por cualquier otra cosa. Sin ir más lejos el otro día el dueño de un comercio nos mostraba una lista con todos los resultados de la liga española escritos a boli... muy freakys!!
El caso es que nos invitó a unos refrescos y a una botella de agua para el camino... ya veis... buena gente!!
Después nada más subir al bus le dimos una nota al chofer que decía en birmano... "Por favor avísenos cuando lleguemos a Kalaw, estamos en los asientos 24 y 25". Esa nota nos la había preparado Mr. Han el dueño del hotel de Bago.
El caso es que... ¿adivináis qué?... pues sí... se le olvidó y nos pasamos, con lo que acabamos en medio de un lugar que no sabíamos ni su nombre.
Menos mal que resultó estar muy cerca de donde nos habíamos pasado y tras esperar un buen rato casi eran las 6 de la madrugada cuando apareció un bus repleto de gente y demás trastos que iba a Kalaw.
Y ¡si!, ¡ir iba!, pero lo que tardó en recorrer los 12 kilómetros que separaban ese pueblo sin nombre de Kalaw fue increible. Paraba cada tres segundos bajaban todos del bus, volvían a subir, luego se metía por unas calles y cargaba el techo hasta que no cabía ni una aguja, arrancaba, volvía a parar, todos bajaban de nuevo... los nervios los teníamos a flor de piel porque a pesar de la santa paciencia que nos acompaña no estamos acostumbrados a estos transportes sin tiempo de llegada.
El caso es que llegamos a Kalaw, desayunamos y nos metimos a la cama... evidentemente después de levantarnos Maider empezó a encontrarse peor de su garganta y aquí es donde comienza la segunda historia.
La pobre pasó unos días en la cama ya que tenía fiebre alta, pero enseguida comenzó a tomar antibióticos y fué mejorando.
Yo mientras tanto guardaba la cama de la paciente, le cuidaba e iba a por la comida a un restaurante que cocinan muy bien y barato.
Este lugar llamado Sam´s Family Restaurant es de esos lugares que no se olvidan y que muchas veces os hemos contado. Nos mimaban mucho y cuando se enteraron que Maider estaba enferma cada día me preguntaban por ella y cuando pedía la comida para llevar, siempre le regalaban un detallito como una banana frita con aceite de cacahuete o una especie de cacahuetes caramelizados tipo turrón. Familia humilde, precios baratísimos, mantel y servilleta, atención increíble y comida excelente... que más se puede pedir para recuperarse?.
Y así fueron pasando los días... por cierto qué rollo es pasar eso cuando estás lejos, sin nadie y en un lugar tan aburrido como el cuarto básico de un hotel, pero a todo hay que acostumbrarse.
Así que esa fue la historia de Kalaw un lugar que prometía mucho más pero que debido a las circunstancias acabó siendo más rollo de lo que nos hubiera gustado.
La primera historia comenzó una tarde en Bago cuando cogimos el supuesto bus con asientos abatibles y aire acondicionado que pagamos con creces. El bus al final resultó ser con aire acondicionado pero casi ni funcionaba por lo que las ventanas fijas aún le daban más calor al cumulo de gentes que viajábamos dentro. Y por si fuera poco desde el asiento 25 aproximadamente (que era el nuestro) hacia el final del bus estaba cargado de cajas hasta el techo con lo que no se veía nada y aún daba sensación de más agobio.
Durante una de las paradas volvimos a comprobar la amabilidad de sus gentes cuando de repente recibí una nota escrita en inglés que ponía lo siguiente:
Hola amigo! Te apetece acercarte aquí a charlar un rato?... esa nota me la daba el camarero del lugar donde paró el bus y que sonreía sin decir palabra ya que no hablaba ni una sola frase de inglés. Pero al asomarme entre la gente ví a un chico un poco mayor que nosotros con buen aspecto señalando con la mano que nos acercáramos.
Nos acercamos y terminamos hablando un poco de nuestro país y del futbol como no... conocen antes España por los nombres de los futbolistas que por cualquier otra cosa. Sin ir más lejos el otro día el dueño de un comercio nos mostraba una lista con todos los resultados de la liga española escritos a boli... muy freakys!!
El caso es que nos invitó a unos refrescos y a una botella de agua para el camino... ya veis... buena gente!!
Después nada más subir al bus le dimos una nota al chofer que decía en birmano... "Por favor avísenos cuando lleguemos a Kalaw, estamos en los asientos 24 y 25". Esa nota nos la había preparado Mr. Han el dueño del hotel de Bago.
El caso es que... ¿adivináis qué?... pues sí... se le olvidó y nos pasamos, con lo que acabamos en medio de un lugar que no sabíamos ni su nombre.
Menos mal que resultó estar muy cerca de donde nos habíamos pasado y tras esperar un buen rato casi eran las 6 de la madrugada cuando apareció un bus repleto de gente y demás trastos que iba a Kalaw.
Y ¡si!, ¡ir iba!, pero lo que tardó en recorrer los 12 kilómetros que separaban ese pueblo sin nombre de Kalaw fue increible. Paraba cada tres segundos bajaban todos del bus, volvían a subir, luego se metía por unas calles y cargaba el techo hasta que no cabía ni una aguja, arrancaba, volvía a parar, todos bajaban de nuevo... los nervios los teníamos a flor de piel porque a pesar de la santa paciencia que nos acompaña no estamos acostumbrados a estos transportes sin tiempo de llegada.
El caso es que llegamos a Kalaw, desayunamos y nos metimos a la cama... evidentemente después de levantarnos Maider empezó a encontrarse peor de su garganta y aquí es donde comienza la segunda historia.
La pobre pasó unos días en la cama ya que tenía fiebre alta, pero enseguida comenzó a tomar antibióticos y fué mejorando.
Yo mientras tanto guardaba la cama de la paciente, le cuidaba e iba a por la comida a un restaurante que cocinan muy bien y barato.
Este lugar llamado Sam´s Family Restaurant es de esos lugares que no se olvidan y que muchas veces os hemos contado. Nos mimaban mucho y cuando se enteraron que Maider estaba enferma cada día me preguntaban por ella y cuando pedía la comida para llevar, siempre le regalaban un detallito como una banana frita con aceite de cacahuete o una especie de cacahuetes caramelizados tipo turrón. Familia humilde, precios baratísimos, mantel y servilleta, atención increíble y comida excelente... que más se puede pedir para recuperarse?.
Y así fueron pasando los días... por cierto qué rollo es pasar eso cuando estás lejos, sin nadie y en un lugar tan aburrido como el cuarto básico de un hotel, pero a todo hay que acostumbrarse.
Así que esa fue la historia de Kalaw un lugar que prometía mucho más pero que debido a las circunstancias acabó siendo más rollo de lo que nos hubiera gustado.
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