sábado, 21 de febrero de 2009

Uyuni

Aún no había amanecido cuando caminamos por las calles de Calama hacia la compañía de bus que nos llevaría a Bolivia a través del paso de Ollagüe, llamado así por su volcán aún activo.
El bus parecía los de la India llenísimos de gente hasta en el pasillo y con el techo lleno de equipajes.
El camino hasta llegar a la frontera fue de tierra pero sin complicaciones pero nada más pasar la frontera lógicamente no había sitio suficiente para que todos fuéramos sentados y puesto que los bolivianos ya se lo sabían ya se habían sentado para asegurarse el sitio.
Y por muy enfadados que nos pusimos con la chica que vendía los pasajes no nos quedaba otra… empezaba nuestra aventura por Bolivia.
Pero como ya llevamos unos mesecitos de viaje y siempre hay alternativas pues buscamos un billete de tren que casualidad 2 horas después salía hacia Uyuni y aunque a 30 km por hora nos llevaba a nuestro primer destino.

Ya nada más bajar del tren la breve carrera que nos llevó al hostal debido a que llovía a cantaros, nos dejó extasiados y os preguntareis porque… pues muy fácil, estábamos en el altiplano Boliviano a unos 3.600 metros de altitud donde el oxígeno poco a poco se necesita más a medida que subes.
Descansamos como bebés y al día siguiente contratamos el tour de tres días y dos noches por el precioso e inhóspito salar de Uyuni (el salar mas grande del mundo y al que nadie le hará competencia porque crece cada año).
El jeep estaba preparado con todo lo necesario para perdernos tres días por el salar con más de 900 km por caminos intransitables, algunos incluso había que bajarse del jeep y caminar… pero no cansamos de decirlo que estos lugares tan alejados del mundo son precisamente los mas espectaculares que jamás hayamos visto.
Comenzamos por el cementerio de trenes de Uyuni donde descansan cientos de trenes de tiempos más prósperos.
Desde allí junto a Will y Kate (un chico irlandés y una inglesa que viajan por suramérica como tantos otros) fuimos hacía las montañas de sal de Colchani donde los habitantes de este lugar trabajan el salar formando pequeñas montañas que luego secan al sol y posteriormente al fuego para venderla a los pueblos vecinos.
Junto aquel lugar estaba el hotel de sal donde recogimos a nuestros otros viajeros que nos acompañarían estos tres días… eran Yoshi y Shogo dos japoneses que daban su vueltecita al mundo en 15 escalas antes de comenzar su vida laboral…casi na!! igual que en España!!
Este hotel de sal estaba completamente hecho con bloques de sal incluidas las camas... curioso!!
De allí viajamos por el desierto de sal hacia la isla Incahuasi, que es una isla de cactus en medio de un desierto de sal, algunos con más de 1.000 años de antigüedad.
En este lugar en medio del desierto se puede sentir una sensación bastante relajante entre color blanco del suelo y azul y blanco del cielo y sus espectaculares nubes.
Aquí conseguimos hacernos pequeñitos con tanto sol y hacer cosas graciosas como subirnos en nuestros propios objetos…
Y poquito a poco por estos caminos sinuosos y tras unos cuantos pinchazos llegamos a donde pasamos nuestra primera noche en un pequeño pueblo agrícola y ganadero en medio de la nada lleno de llamas y nubes grises (llamas de las que escupen jejeje).
Y a la mañana siguiente y tras un buen desayuno comenzamos nuestro segundo día por paisajes pintados hacía las famosas lagunas llenas de colores y flamencos rosados.
Allí mismo frente a una laguna con forma de espejo comimos la rica comida preparada por Maribel, la chica boliviana que nos acompañó durante el viaje y que no abrió la boca pero que movió muy bien las manos con sus ricas comidas.
No nos cansamos, bueno no me canso mejor dicho de fotografiar los flamencos rosados que con su tranquilidad impasible comen esos pequeños camarones en las lagunas saladas altiplánicas, y los que se dejan fotografiar tranquilamente.
La siguiente mañana sobre las cuatro nos levantamos para ir a ver los geisers y bañarnos en las aguas termales.
Poco a poco íbamos recorriendo todos los kilómetros entre paisajes de ensueño hasta llegar al desierto de piedra donde estaba el famoso “árbol de piedra”.
Después sin parar de disparar fotos y a través de nuevos paisajes fuimos hasta el volcán Lincabur, que para el que nos siga un poquito sabrá que es aquel que se veía en las fotos desde San Pedro de Atacama (Chile), justo al otro lado de la frontera.
Y allí nos despedimos de nuestros compañeros de viaje japoneses y viajamos en un largo día de nuevo hasta Uyuni.






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